Empieza la cuenta atrás. Estamos oficialmente en diciembre, las Navidades están a la vuelta de la esquina y ya no parece tan descabellado hablar de ello. Los escaparates tan apresurados como siempre, lucen desde un madrugador noviembre un manto de nieve cargado de luces y bolas rojas. Por aquí no veremos ni por asomo esos copos urbanitas; los dioses fueron negligentes con las 7+1 maravillas canarias y cuando nacieron las bendijeron con sol, vientos alisios y playas de reyes. La magia de la nieve es absoluta pero aquí  podemos despedir el trineo de  Papá Noel desde la playa, brindar por el año nuevo tendidos en la arena y esperar la llegada de los Reyes Magos con una cañita fresca desde una hamaca.

Es uno de diciembre y el calendario de adviento cobra hoy todo su sentido. Sus orígenes se remontan a la Alemania protestante del siglo XIX, pero la tradición, aunque esencialmente se mantiene, ha sufrido interesantes transformaciones. El concepto se ha popularizado y éste es el resultado.







Los calendarios de adviento son la excusa para arrancar con las publicaciones navideñas justificadas. Son el comienzo. El paso previo al momento árbol de Navidad. No puedo evitarlo, ese día está marcado en rojo en el calendario y este año en negrita, subrayado y cursiva. Sacar los adornos, colocar las luces …todo ello en esta ocasión cobra un cariz especial. Danielle tiene ya dos años y empieza a compartir de forma más consciente todo esos momentos. De entrada ya dice “Papamuel, Leyes Magos y me podto bien”.

Los árboles de Navidad de cada casa hablan de sus dueños. Los más milimetrados optan porque su árbol encaje como un guante en su salón, otros ven la Navidad desde un prisma más tradicional; el verde y el rojo son para ellos los códigos de estas fechas. Luego están los más románticos,  aquéllos que llenan su árbol de recuerdos, detalles de viajes,... cualquier opción es válida. Yo combino las tres y mis preferencias van por estos lares.





No quiero dejar de lado a los que la Navidad ni fú ni fá. Sé que muchos reniegan de todos esos patrones que evocan cualquier recuerdo en este sentido. Lo que sí creo es que aún siendo así, en casi todos los casos, al final algo cuelga de sus puertas. A ellos y a los que apuestan por algo diferente van dedicadas estas iniciativas más creativas y su sello particular.



Si van al campo y ven ramas secas no se olviden de que por estas fechas son un recurso muy recurrente . Sólo hay que buscarles un recipiente, colocarlas y decidir qué estilo queremos darle. Este año ya me han traído a casa mis ramas que, como el año pasado, decorarán junto a un enjambre de mini luces blancas mi altísimo jarrón de cristal. Su lugar está junto a la ventana, donde puede lucirse. Aún trato de decantarme entre elementos vintage de cristal o una docena de corazones de patchwork que compramos hace ya un año en Estocolmo, para dar un toque definitivo a las ramas.





Las coronas no son sólo para las puertas pero es mi lugar favorito para ellas. Mil opciones, quinientas ideas e infinidad de materiales para dar vida a un elemento decorador tan rotundo y multifuncional. Clásicas, modernas, con luces, sin luces, naturales, de fieltro… Tock, tock, tock…







Y la “D” de Danielle…





En estas fechas, como en todas, comulgo con casi todos los estilos. Lo clásico tiene merecido un encanto incondicional inherente al paso del tiempo pero la apuesta por  opciones más noveleras también me cautiva. Que se sirvan todos los géneros.