Encuentran la belleza en lo imperfecto -wabi sabi-, reconstruyen cerámicas rotas uniendo sus grietas con oro y creando una pieza incluso más hermosa -kitsugi- y ven una ocasión tras una crisis -kiki-, una palabra compuesta por dos caracteres: peligro y oportunidad. Una visión de la filosofÃa nipona que siempre busca algo bueno de situaciones difÃciles. Y eso es lo que intentan también, tras una pandemia y mil obstáculos, el que ya se ha convertido en uno de mis restaurantes japoneses favoritos de Tenerife. De ahà su nombre, Kiki. Una palabra con doble juego que saca más de una sonrisa cuando dices dónde vas a cenar.
En los últimos meses he hecho alguna escapada gastronómica a la isla de enfrente y sin duda Kiki ha sido uno de los restaurantes que más me ha enganchado. Lo tiene todo para convencer. Desde la entrada, con ese atractivo juego de neones, parada casi obligada para un selfie, hasta, como es obvio, su cocina. La felicidad es su objetivo, y lo consiguen. Disparan a todos tus sentidos. El local tiene una estética muy cuidada, tanto en su decoración como en la presentación de los platos. Toda la vajilla vino de Japón y se nota el mimo en cada detalle. Y por supuesto conquistan tu paladar. Cada bocado es una experiencia en sà misma. Tengo guardado en un lugar privilegiado de mi memoria su usuzukuri de salmón y unos niguiris de vieira. Tras una exquisita presentación, con algún que otro efecto para sorprender, siempre predomina el respeto al producto, buscando los mejores ingredientes de cercanÃa. La carta combina platos clásicos japoneses con otros más divertidos. El lugar está creado para disfrutar y se nota.
El equipo también ha sido elegido con mimo. Algunos vienen del ya desaparecido Kazan. Con él se apagó una estrella, pero ha nacido otra que brilla con luz propia. Berni Gutiérrez y Jorge Villarreal hacen su magia en cocina y el equipo de sala se encarga de asegurarse de que tu felicidad sea completa. Desde aquà agradezco el trato y la experiencia a todo el equipo y un saludo especial a Lolo Crusellas por atendernos tan bien. Dice que parte del secreto está en el calor humano, y creo que está en lo cierto.
Si les gusta la comida japonesa y pasan o viven en Tenerife, no olviden visitar esta restaurante en los bajos del hotel Urban Anaga.
A veces la vocación nos llega de lo que vemos cuando somos niños, de lo que hacen nuestros padres o abuelos, pero no es el caso de Gonzalo. Su pasión por la cerámica fue innata. Con apenas once años, siendo un chiquillo que correteaba por La Orotava, ya buscaba barro para hacer sus propias piezas. Comenzó haciendo collares y pintaderas, y desde hace unos años se dedica casi en exclusiva a idear vajillas para restaurantes. Supongo que aquel niño que jugaba con barro nunca imaginó que crearÃa platos para establecimientos con estrellas Michelin.
Siempre se dedicó a la cerámica, pero en sus inicios hacÃa sobre todo souvenirs. Le daba dinero, pero sentÃa que su creatividad se estaba estancando y buscó un cambio. Eso fue allá por 2007. QuerÃa dar un giro a su trabajo y llegó de manera natural con la primera propuesta para crear la vajilla de un local de restauración. Poco a poco se fue corriendo la voz de que habÃa un joven que hacÃa platos a medida y personalizados. Era un nicho de mercado muy poco explotado hasta entonces. Posiblemente Gonzalo fue de los primeros, o quizás el primero, en este campo.
En su casa siempre usaba su propio menaje de cocina, lo ideaba para él, y ahora llegaba el momento de hacerlo para otros. Fueron apareciendo los primeros proyectos, pero hubo que esperar unos años, hasta ya iniciada la segunda década de este siglo, para que explotara el verdadero boom de chefs y cocineros que deseaban contar con sus propias vajillas. Empezaron entonces a acudir a artesanos que crearan piezas más especÃficas para albergar platos concretos. Recurrir a un ceramista era la única opción en ese momento, luego la industria también metió el hocico y empezó a fabricar productos similares, aunque en mi opinión nunca serán iguales. Hay algo mágico en lo artesanal, en crear algo con las manos y esperar a que se abra ese horno y comprobar el resultado.
Aun asÃ, y a pesar del trabajo que conlleva, hay quien considera que el trabajo artesanal es caro. En su caso, además, trabaja solo y cuando le llega un encargo de envergadura con tiempos ajustados no le queda otra que perder tiempo de sueño, de trabajar sin descanso y de repetir y repetir, porque esto no es una ciencia exacta y a veces hay fallos. Aún asà sus piezas cuestan incluso menos que las de algunas grandes marcas comerciales. Por fortuna, cada vez son más las personas que sà saben apreciar el verdadero valor que hay detrás de cada pieza elaborada de manera artesanal.
Cuando un cliente llega hasta el taller de Gonzalo en el Valle de La Orotava, en Tenerife, a veces tiene la idea clara del diseño que busca y otras describe el plato, sus ingredientes, qué quiere que le evoque al comensal, y lo dejan a su creatividad. Los trabajos que más le gustan a él son los que más retos le suponen. Cuanto más novedosa sea la pieza, más diseño conlleve, más extravagancia..., más apasiona a Gonzalo. Investigar con nuevas técnicas, materiales, y poner a prueba su creatividad, incluso buscando caminos que se salgan de lo habitual, hace que su entusiasmo por el proyecto crezca; sin importar la relevancia que tenga el chef.
Con todo, aún recuerda perfectamente, por supuesto, la primera vez que un restaurante con estrella se puso en contacto con él. Lo primero que sintió fue vértigo, después vino la presión de intuir las personas que comerÃan en su plato y, como broche final, la especial sensación de comer en alguno de ellos. ¿Qué se sentirá al comer en un plato único que tú mismo has creado? No la he vivido, pero tiene que estar bien esa experiencia.
El primer encargo de un restaurante de alta cocina llegó de la mano de Erlantz Goroztiza, al que siguieron muchos como David Muñoz, José Andrés, MartÃn Berasategui, los hermanos Roca, Mario Sandoval, Dani GarcÃa y un largo etcétera. Tras trabajar para tanta estrella, ¿qué reto tendrá ahora por delante este ceramista? Su siguiente paso será formar a las nuevas generaciones. Cada vez acuden más personas interesadas en aprender a manejar el torno y muy pronto recibirán la alegrÃa de poder ser sus primeros pupilos.
Tanto si estás interesado en aprender este hermoso oficio, como si quieres comprar alguna pieza especial y única para tu casa, no dudes en pasar a saludarle. AvÃsale antes para comprobar que estará, pero seguro que le encanta abrirte las puertas de su taller. Yo lo hice, y siempre recordaré gratamente ese ratito con él. Por supuesto compré lo que mi equipaje me permitió y les aseguro que es apto para todos los bolsillos.
Me gustan las historias de sueños que se cumplen. En esta ocasión el sueño era reformar una antigua casa para alojar a huéspedes en su interior. Alyson es una enamorada de Vegueta, asà que el lugar estaba claro. Encontrar la casa no fue tan fácil. Cuando hoy la vemos reformada, cuesta creer que no fue amor a primera vista, pero no lo fue. De hecho, fue la última de las opciones, pero les ha quedado tan bonita que cualquiera lo dirÃa. No fue una relación fácil. Ya hemos dicho que no hubo feeling al verla, pero es que después la vivienda seguÃa enseñándoles los dientes. Fue una venta lenta, repleta de obstáculos, pero a veces los sueños que más cuestan son por los que más merece la pena luchar. La obra duró dos años y llegó una pandemia, el destino no querÃa ponérselo fácil a esta pareja. Además, nunca se habÃan dedicado a nada parecido. Ella es periodista y él economista. No todo fueron espinas, la casa poco a poco también fue regalándoles sorpresas, como el precioso entramado de vigas de madera escondido tras el falso techo. Intentaron recuperar la mayorÃa de los elementos de la casa y los que no, como las baldosas hidráulicas, decidieron replicarlas en Marruecos. Cada pieza tiene historia. Todos los muebles y artÃculos han sido restaurados y conservan esa huella del paso del tiempo. La antigua vivienda, de un siglo de vida, ahora alberga cuatro preciosos apartamentos independientes en los que disfrutar de unos dÃas de descanso o incluso semanas o meses. Un lugar ideal, por ejemplo, para trabajadores en remoto.
Al entrar sientes que escapas del ruido y te adentras en un remanso de paz. Es tremendamente cálido y acogedor. Muy alejado de hoteles frÃos sin alma. Su propietaria es amante de la decoración y de Marruecos, y se nota en el resultado. Hay muchos detalles que te recuerdan a los tradicionales riads de Marrakech. La idea de sus dueños es que sientas la energÃa que ellos han derrochado en este proyecto cuando te alojes en La Colonial Suites. Sus dos hijos, Enrique y Damián, también se implicaron totalmente en la obra; no solo con apoyo moral, también lijaron y pintaron muebles con sus propias manos.
Fueron fieles en todo momento a su idea, como con la escalera, tan protagonista. La ves nada más se abren las puertas de la casa y te acompaña hasta la azotea, con sus espectaculares vistas a la catedral. TenÃan muy claro cómo la querÃan. Alyson la habÃa diseñado en su cabeza y no querÃa cambiar ni un detalle, y continuaron con la idea aun cuando varias personas les dijeron que era imposible de realizar; siguieron y siguieron hasta que alguien dijo que sÃ, que la podÃa hacer realidad.
Este maravilloso rincón de la ciudad acaba de abrir sus puertas y ya ha tenido las primeras reservas. Y eso que no están en ninguna plataforma, ni Booking ni Airbnb, solo desde su propia web. Basta visitar su cuenta de Instagram para enamorarte de este lugar. Asà me pasó a mÃ.
La Colonial fue un hijo muy deseado. Tanto, que ya tenÃan el nombre, incluso antes de adquirir la casa. Me alegra que ese deseo se haya hecho realidad. Solo puedo desearles lo mejor en esta nueva andadura.