En este caso no hablamos de la casa de una amiga al uso. Nuestra relación se remonta a hace muchos años, exactamente al primer día de vida. Y la historia del piso es muy curiosa. Se adquirió hace más de cuarenta años y no ha sufrido ni una sola reforma en todo este tiempo. De hecho suelo bromear sobre que quien vaya a esta casa estará visitando todavía el piso piloto del edificio. Aún así, o precisamente por ello, encontramos verdaderos tesoros. Muebles de los años sesenta que conviven con espejos de los treinta y algunas antigüedades.


Han pasado los años y este espejo me sigue encantando. Posiblemente es la pieza que más me gusta de la casa. Por cierto, quedaría de escándalo en mi salón, a ver si cuela.

¿Y si lo imaginamos con otra tapicería? No me digan que no es una auténtica joya. De pequeña siempre decía que este salón sería algún día para mí. Me encantaba estar en él.


Este aparador de los años 50-60 está hoy de total actualidad. Eso sí de la decoración que hay encima poco salvaría.


El objeto que sí salvaría. Este jarrón me chifla.

Un juego de tocador de lo más coqueto. Me encanta su diseño y sobre todo su color.