Toda la decoración de la casa comenzó con los sofás. El piso era de segunda mano y ellos venían con él, así que el resto del mobiliario se fue acoplando, siempre intentando encontrar un buen efecto cromático con su intenso color chocolate. La dueña dice que no tenía un estilo definido cuando comenzó a decorarlo, pero la verdad es que el resultado ha sido espectacular. Para quienes la conocemos no es de extrañar. El buen gusto le sale por los poros. Visitamos su piso de 60 metros cuadrados, en el mismo centro de Las Palmas de Gran Canaria, sobrio, luminoso y regado de pinceladas de encanto.



La mesa de centro es de palma de coco (comprada en Warehouse), pero la joya de la corona es este mueble antiguo de bambú filipino donde guarda la vajilla y otros enseres.


La mesa de cristal del comedor y también las sillas, que le chiflan, son nuevamente de Warehouse.



Toda la casa tiene pinceladas naranja, uno de sus colores favoritos (dice que es el color de la energía, del zumo de naranja y del optimismo y entusiasmo). Le tiene especial cariño a esta lámpara regalo de un amigo y diseño de Debbie Palao.


En su dormitorio encontramos una de las pocas concesiones al color de la casa gracias a un tapiz hindú, ahora convertido en cabecero, que le regalaron dos de sus mejores amigas y comprado en un mercadillo de Caños de Meca. Una de las mesas de noche es un baúl antiguo. También encontramos una cómoda única y muy original hecha de caña de azúcar.

Decidió convertir una de las habitaciones en vestidor. Dice que tiene mucha ropa y zapatos pero que no se considera una fashion victim. Asegura que el secreto está en saber comprar y en mantener las prendas. Es extremadamente cuidadosa y nunca se le estropean. Para envidia de muchas posee un estupendo fondo de armario, de ahí que le cueste tanto desprenderse de algunas piezas.